El objeto especial

EL OBJETO ESPECIAL

          Hace tiempo que, en la clase de música hicimos una dinámica; esta dinámica consistía en traer un objeto de valor sentimental especial y explicar porque lo era. 
           Ocurrieron varias cosas. Todos llevamos nuestros objetos, que si el primer balón de fútbol, que si una cadena de la abuela de alguien, que si una pulsera de tu tío... Pero nadie llegó a explicar concretamente porque era especial. 
        Tenemos, cada uno, un blog; ahí escribimos nuestras experiencias en las clases de música y, Iban, nos enseñó el de Mireia. En él decía que como nadie se había abierto, ella tampoco tendría que hacerlo, así que se abrió en el mismo blog. Lo dejo aquí.
        Su blog me hizo reflexionar. ¿Por qué la gente no se abre? Yo tampoco lo hice por el mismo motivo 
que ella pero decidí escribir una entrada al blog sobre mi objeto especial: mi abuelo. ¿Por qué?

      
         "El 19 de febrero del año pasado, me fui a casa los abuelos a comer la paella -como todos los domingos-. Tan a penas subí las escaleras que conducen a su casa lo vi hablando por teléfono. He metido en cursiva hablando porque realmente balbuceaba, no era capaz de decir una palabra. Cuando mi madre vio al abuelo que no podía hablar se fueron para urgencias.
         Fue el momento más agonizante y caótico que he vivido. ¿Qué le pasaba? Aún en casa, mi familia, y yo, nos preguntábamos que le pasaba. ¿Un ictus? ¿Depresión? ¿Nerviosismo? Era peor la incertidumbre que lo que le había pasado realmente.
          Pasadas las cuatro horas infernales, llamó mi madre para informarnos de que sólo era una subida de azúcar -bastante por encima de novecientos-. No tan solo fue un mensaje, fue un alivio, un respiro, la paz. Hasta aquí todo parece un mal rato que ya es historia y se queda en el recuerdo. Tal vez ...
         Recuerdo que, al día siguiente, al volver del instituto, mi padre estaba llorando en el comedor. Me contó que mi abuelo se quedó ingresado ya que hacía mucho que no se revisaba la salud. A sorpresa de todos, mi abuelo había desarrollado un cáncer cerebral que no le permitía reconocer a nadie, tampoco hablar. Al escuchar esto, obligué mi padre que me llevara al hospital.
        Una vez allí, fuimos a verlo a su habitación. Efectivamente no me reconocía. No deseo a nadie que sienta lo mismo que sentí yo; que un familiar te vea y no sepa quién eres. No reconocía ni a su mujer (que no paraba de llorar), ni a sus hijos, ni a sus nietos. Si se hubiera mirado al espejo, creo que no se hubiera reconocido tampoco.
           A la semana de estar ingresado los médicos decidieron operarle y así fue. Para mí, no sólo le operaron a él. ¡Me operaron a mí también! Llevaba una semana de locos; no sabía ni dónde vivía. Únicamente contaba las horas para salir del instituto, poder ir a verlo y rezar que ese día se acordara de su familia. Es curioso pensar que, casi dos años después, iba para que él no supiera porque estábamos allí, sin decir palabra.
          Fue magia pura: llegué y, por fin, los dos sabíamos, uno más que el otro, quién éramos. Era curioso, en cuanto lo abracé fuertemente, más que nunca en mi vida, no se acordaba de mi nombre pero si había quién era; sus lágrimas lo delataban pero yo casi le acompañé cuando dijo su típica frase <¡Hijo!> Antes de entrar en la habitación siempre me decían que no llorara ante él porque él no sabía que tenía el cáncer, pensaba que tenía sólo la subida de azúcar. Era tal mi emoción que me costó muchísimo contener mis lágrimas y para las pocas que me salían, a pesar de la contención de mis párpados, las sequé con mis puños entrecerrados.
          Al día siguiente, ya me encontraba mucho mejor. ¡Le iban a aplicar la quimioterapia! Esto era bueno; los médicos veían futuro en que pudiera seguir viviendo. Como todos los días, fuimos a verlo y hacía mejor cara, él y toda la familia.
        A sorpresa de todos, hasta para los médicos, la quimioterapia estaba pasando factura a mi abuelo. Quedó en coma varias veces pero su cuerpo acabó asimilándolo y llegó a no desmayarse más; alguna vez le daba fiebre pero nada grave.
          Lo mandaron a casa para que se tomara un breve descanso a principios de marzo. Como no, toda la familia lo esperábamos allí. De hecho mi madre y yo habíamos preparado la leña para que estuvieran calentitos, el abuelo y la abuela. Como detalle, le dimos una pancarta con las huellas de las manos de sus limpios. ¡Todo era felicidad!


         A mediados de marzo lo reclamaban de nuevo en el hospital para continuar con el tratamiento de la quimioterapia. Así estuvieron durante unos largos siete meses; ellos cambiaban de casa cada dos semanas y nosotros nuestro sitio de turismo. Digo siete meses porque es lo que duró el tratamiento de la quimioterapia.
           El cáncer no dejaba de sorprenderme, y resulta que el cáncer seguía ahí; la quimioterapia no resultó casi provechosa. Además de la noticia de que teníamos que continuar pero ahora con la radioterapia, nos dijeron el tipo de cáncer que tenía: Linfoma B difuso de célula grande (tipo B activo) en el temporal izquierdo).
         Con la radioterapia todo fue a mejor. La radioterapia ayudó a que el cáncer muriese en apenas seis meses. Hoy por hoy, mi abuelo no tiene cáncer y hace todo lo que una persona normal hace: conduce, hace la compra, razona correctamente ...
        Quiero agradecer a todos los familiares que me han apoyado en esta experiencia, así como a todos los profesores que me apoyaron animándome. Un saludo. Gracias! "

         Hasta aquí, Iban, podrías pensar que es una experiencia que no tiene casi ninguna relación con el objeto especial. El texto anterior lo escribí la misma tarde del día que enterarme que no tenía ya cáncer. "A todos nos importa nuestros abuelos". No lo niego pero no todos hacen el siguiente vídeo:




          Aún lloro cuando recuerdo aquellos momentos pero bueno ... ¡Eso es agua pasada! ¿Por qué hice esto? No era ningún trabajo mi corazón necesitaba contar de alguna manera que había pasado así que decidí trabajar este tema. De alguna manera necesitaba agradecer al profesorado que casi no tienen estima a mi abuelo más que sea el abuelo de David. Mari Carmen fue la primera, justo estábamos dando el cuerpo humano, precisamente el sistema nervioso y sus enfermedades (que casualidad). Después a Enri y finalmente a Fernando. Ahora te toca a ti Iban, o lector anónimo, llorar o emocionarte al ver estas imágenes.
        Mirando al pasado creo que fui un chico muy fuerte, al final todo se arregló, me ayudó a encontrarme a mí mismo y casi reflexionar sobre cómo de pronto se puede cambiar tu estilo de vida. Como final moralizador podríamos decir que un día vas a comer paella y acabas por llorar y llorar. Gracias por leer!"

        He decidido reutilizar la entrada porque me parece otro buena punto a tratar y del que reflexionar. ¿Cuándo se van los demás? ¿Y uno mismo? Nunca se sabe cuando te vas a ir. Un día estás dando clase y al siguiente puedes ver desde ahí arriba a todos tus conocidos de negro. Es el "Carpe diem" que nos recuerda esto. Aprovecha el momento y goza de todas las paellas que puedas comer. Igual es la última.

Dejo aquí la canción favorita de mi abuelo:

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